EL EDIFICIO
En 1961, en un terreno que había pertenecido a la quinta Unzué (demolida tras el golpe de 1955) se llamó a concurso para realizar la nueva Biblioteca Nacional. En las bases figuraban la previsión de crecimiento del área de depósitos y la recomendación de preservar el espacio verde existente.
La propuesta de Clorindo Testa, Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga respondió a ambas solicitudes al enterrar los depósitos, posibilitando su extensión sin afectar la propuesta, y al elevar las salas de lectura para permitir que el parque atraviese el edificio.
Desde el punto de vista urbano se implanta como una pieza brutalista (de hormigón armado sin revestimiento, en bruto) que se ubica de forma independiente en el parque, sobre el punto más alto de la barranca natural del terreno y rodeada por un denso borde edilicio.
Uno de los aspectos interesantes de su implantación es la secuencia de recorrido donde el visitante va descubriendo las distintas caras o ángulos del edificio a medida que se aproxima y recorre las escalinatas y rampas que conectan la vereda con el acceso semicubierto. Dentro del volumen principal resulta llamativa la aparición de la rampa, que se utiliza para conectar ell 4° y 5° piso de las salas de lectura, recuso que habitualmente suele implementarse en los niveles inferiores para este tipo de edificio. La estructura cumple un rol preponderante al presentar dos emparrillados de vigas ménsula: uno superior y otro inferior que apoyan en las cuatro “patas”. De estas vigas cuelgan funciones como la sala de conferencias y el hall de exposiciones, con el fin de evitar interferencias estructurales en esos espacios.